
Pasa el tiempo, pero nada cambia. Existen muchas "Titas" en el 2010. Cuando leí este libro pensé que era imposible que lo que narra la protagonista de la historia (Tita) pasase ahora, pero con el tiempo y conociendo a mucha gente, me he dado cuenta de que no es así.
Son las hijas pequeñas de la casa, que en lo que ellas o sus madres creen su deber, sacrifican su juventud y parte de su vida para cuidar a sus padres.
Son unas cadenas pequeñas, invisibles, pero firmes, que les unen a sus progenitores, pasa el tiempo y poco a poco su proyecto de vida va cambiando.
Hay que dejar pasar aquella maravillosa historia con Javier de Santander, porque, "¿cómo voy yo a dejar a mis padres aquí e irme tan lejos?, ¿y el trabajo en Santiago?, ¡no, no, no puedo hacerlo!".
Son madres de todos, amigos de muchos, pero en el fondo están deseando tener ese churumbel que les cambie la vida. Y yo digo, ¿por qué no?, ya es hora de que las "Titas del mundo" se revelen y busquen esa vida que se merecen, a la que todos tenemos derecho.