A María le encanta jugar en su casita de muñecas, empezó montando toda la casa, colocando cada uno de sus muebles en el sitio adecuado, le gustaba que todo estuviese muy bonito, es una niña muy perfeccionista.
El dormitorio principal, la cocina, el salón, lo había preparado todo para poder jugar con sus muñecos.
Jugaba con su Nancy, que era la mamá, tenía tres niños y se preocupaba de preparle el desayuno, planchar sus ropitas y llevarlos al cole. El papá iba a trabajar y cuando venía, comían felices lo que mamá Nancy había preparado.
Pero se dio cuenta de que esa casa había cambiado, esa casa tenía una hipoteca, había que pagar la letra del coche, pagar la luz, el agua, el teléfono. Sus pequeños niños también habían cambiado, el mayor de los niños tenía problemas en el colegio, ella tenía que estar muy pendiente del pequeño, de las actividades extraescolares del mediano, de los cumpleaños de los amiguitos, sus deberes.
Ahora, en ese salón que había preparado tan bonito para su familia, preparaba reuniones con los amigos, hablaban de política, de cómo estaba el mundo, de lo difícil que es educar a los niños de hoy en día.
En un abrir y cerrar de ojos, María sigue jugando a las casitas, pero en una casa grande.
La casita de muñecas de María se había transformado por completo tan rápido...
María a veces quería volver a jugar a los papás y a las mamás con sus muñecos, pero ahora se veía allí en la casa de sus sueños, pero con problemas de verdad, con personajes de verdad, en algunos momentos quería volver a dormir, y verse jugando con su Nancy en aquella casa que le habían regalado los reyes y en la que la vida era tan sencilla.
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